
Tú Perteneces
Luisa Santos

Desde llegar a Estados Unidos con solo ocho años hasta convertirse en miembro de la Junta Escolar del Condado de Miami-Dade, el camino de Luisa Santos es un ejemplo increíble de resiliencia y defensa comunitaria.
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Luisa llegó a EE. UU. en 1998. “Todo me parecía enorme”, recordó entre risas, describiendo cómo incluso una minivan vieja le parecía una limusina cuando era niña. No sabía que se quedaría; su mamá solo le había dicho que iban a Disney World.
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Unos días después, ya estaba inscrita en la escuela. La transición no fue nada fácil. “Recuerdo que lloraba en casa todos los días después de clase”, confesó. El aire acondicionado me congelaba, las escuelas eran gigantes y el idioma era una barrera que hacía que todo se sintiera extraño y abrumador. “Sabía la respuesta al problema de matemáticas, pero no podía decirla.”
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Sin embargo, también recuerda a las maestras y maestros que la vieron, que creyeron en ella, y que la hicieron sentir que valía, lo que despertó en ella un amor por la educación que la acompañaría toda la vida.
No fue hasta su penúltimo año de secundaria que Luisa se dio cuenta de que era indocumentada. Estaba llenando un formulario para ser voluntaria con el distrito escolar y se quedó en blanco con la primera pregunta: número de Seguro Social. No tenía uno.
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“Estaba aterrada”, dijo. “Pensaba que si le decía a alguien que era indocumentada, me iban a reportar.” Desde ese momento, los obstáculos llegaron uno tras otro: no poder sacar licencia de conducir, no poder aceptar ofertas de trabajo, y puertas cerrándose incluso después de ganar una beca para un viaje internacional que no podía realizar.
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Aplicar a la universidad fue especialmente difícil. En ese momento, los estudiantes indocumentados tenían que postularse como estudiantes internacionales, lo que requería demostrar recursos económicos para cubrir los cuatro años de estudios. Esa no era una opción para Luisa. “Recuerdo sentirme como un fracaso.”
A pesar de las barreras, Luisa nunca se detuvo. Ver a su madre vender flores, coser bolsos o hacer lo que fuera necesario para poner comida en la mesa le dejó una enseñanza profunda. “Los inmigrantes somos emprendedores por naturaleza”, me dijo. “A veces por necesidad.” Y fue esa mentalidad emprendedora la que eventualmente la llevó a fundar su propio negocio: una heladería en Miami.
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Como miembro de la Junta Escolar, su primera decisión fue crear una iniciativa para estudiantes indocumentados o de estatus mixto, facilitando el acceso a información sobre becas, solicitudes universitarias y otros recursos. “No podemos dejar a los estudiantes en ESOL para siempre”, afirmó. “Necesitamos caminos reales para salir de ese programa.” También resaltó la importancia de construir relaciones más fuertes entre las escuelas y las familias inmigrantes, especialmente aquellas cuyos padres trabajan múltiples empleos o se sienten intimidados por el idioma o el sistema. “Si los recibimos donde están”, dijo, “ellos sí se van a presentar.”
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Cuando le pregunté qué les diría a los estudiantes inmigrantes que llegan hoy a EE. UU., Luisa no dudó:
“Tú perteneces aquí. Este es un país de inmigrantes. No dejes que nadie te diga lo contrario. Nos toca a nosotros hacer que este país cumpla su promesa.” Y mientras continúa sirviendo, educando e inspirando, una cosa queda clara: Luisa Santos está asegurándose de que esa promesa se vuelva realidad.